LA VIDA, LA PESTILENCIA Y LA MUERTE
Dr. Hernán Sudy Pinto
Durante siglos los seres humanos hemos convivido con la pestilencia, y la muerte acechaba tanto a los grandes hombres como a la gente común. Uno de cada 4 niños moría al nacer y la esperanza de vida no superaba los 30 años, debido a los estragos de las enfermedades infecciosas. Los habitantes de las ciudades, amontonados, se contagiaban unos a otros. Solo a comienzos del siglo XX, las vidas de los habitantes de los países industrializados experimentaron un salto al mejorar las condiciones sanitarias, y al demostrar Pasteur que los enemigos invisibles que nos atacaban eran bacterias y virus filtrables, contra los cuales había que construir barreras físicas, químicas y también biológicas, al crear vacunas como se hizo contra la viruela.
Pero al finalizar la Primera Guerra Mundial se produjo una pandemia ocasionada por el virus H1N1, que generó 100 millones de muertos, el doble que la guerra. En 1916, el virus poliomielitis produjo 27 mil casos y 6.000 de ellos tuvieron desenlace fatal. A pesar de estas circunstancias, al sentarse las bases de la especialidad, la ciencia recibió un gran respaldo, y su progreso en vacunas y antibióticos, creó en las mentes de las personas el concepto de que en el futuro, la muerte será producto solo de la vejez y que nadie moriría de enfermedad. El siglo XXI exacerbó este concepto y se pensó que es cosa de tener fondos y un buen laboratorio para lograr grandes resultados. Las características del VIH, contra el cual no se ha podido crear una vacuna, nos bajó a la realidad, y ahora bruscamente enfrentamos la tremenda pandemia del Coronavirus, cuyo comportamiento nos desconcierta día a día, y la promesa de una vacuna todavía no es una realidad. Menos aún podemos saber cuál será su porcentaje de eficacia. ¿Nos contentaremos con un 50%?